Fue en el segundo intento cuando Pichardo, campeón olímpico, ajustó su talonamiento, coordinó mejor su carrera y brincó hasta los 18.04 metros. Una marca impresionante, récord entonces del campeonato, también de Portugal que no suya, pues en 2015, dos años antes de nacionalizarse, ya había firmado 18.08 m. 

La final del triple, que Jordan Díaz había comenzado liderando con un primer salto de 17.58 metros, se ponía muy cuesta arriba con esa estratosférica marca. Pero el español, lejos de venirse abajo, respondió con un salto de 17.82 m. Y sabiendo que la plata ya la tenía en su mano, arriesgó aún más. En el tercero hizo nulo, en el cuarto batió su propio récord de España con 17.96 metros. Y en el quinto... ¡oh, Dios mío!, en el quinto voló hasta los 18.18 metros. 

Pichardo no se lo podía creer. Sus intentos posteriores ni se acercaron a su mejor marca: 17.55 m en el cuarto y 17.47 m. Pero no se rindió, se concentró, visualizó el salto y... se quedó en 17.92 metros. No le quedó otra que ceder su corona europea después de haber superado la mítica barrera de los 18 m... y temer por lo que pueda venir en los Juegos Olímpicos.

El podio lo completó el francés Thomas Gogois, con 17.38 metros. Pero la gloria, no hay duda, historia del atletismo español, se la llevó Jordan Díaz en, quizás, el mejor concurso de triple de la historia.

Y completa un doblete histórico en la prueba, pues Ana Peleteiro se llevó el oro en féminas. Ambos, por cierto, pupilos de la leyenda de la longitud Iván Pedroso.