El trágico destino de Javier Otxoa, ganador en los Pirineos el 10 de julio de 2000
Si bien la victoria de Lance Armstrong en 1999 fue una sorpresa, las demás siguieron exactamente el mismo patrón. Desde la primera etapa de montaña, el estadounidense hizo todo lo posible por sorprender a sus rivales con un esfuerzo descomunal.
Así lo hizo el 10 de julio de 2000 en la meta de los Pirineos. Esta imagen del estadounidense, alineando implacablemente a sus rivales uno tras otro, es icónica. Pero aquel día, un corredor le plantó cara: Javier Otxoa. El español triunfó en Hautacam y parecía el comienzo de una magnífica carrera. Por desgracia, iba a ser su canto del cisne. Fue el primero en ser ignorado.
El único que resistió
El escalador español pertenecía al ilustre equipo Kelme, que sólo tenía un objetivo: colarse en las escapadas y ganar una etapa, principalmente de montaña. Un top 10 para el entonces líder, Fernando Escartín, y la misión estaba cumplida. Así que no fue ninguna sorpresa ver a Otxoa lanzarse al ataque en las primeras cuestas serias, formando una escapada de tres hombres con Nico Mattan y Jacky Durand.
Sin nadie peligroso para la clasificación general, el pelotón pudo dejarle escapar. 'Dudu' fue rápidamente alcanzado, ya que no se encontraba en su terreno de juego favorito. Hay que decir que el programa era copioso: Marie-Blanque, Aubisque, Soulor y la subida a Hautacam. Todo bajo una lluvia torrencial. Quedó el dúo hispano-belga, que se rompería muy pronto.
Otxoa dejó en ridículo a Mattan en la subida a Marie-Blanque. El belga remontó en el descenso, pero su rival volvió a atacarle en el Soulor. Esta vez, estaba solo. Su ventaja se acercó al cuarto de hora. Si podía aguantar en el Aubisque, estaba seguro de que conseguiría su mayor victoria.
Excepto que era 2000. Y en la encrucijada de los milenios, el amo del pelotón era un tal Lance Armstrong. Como ya se ha explicado, el estadounidense había urdido una estrategia espantosamente sencilla para acabar con cualquier esperanza de la competencia. En particular, Richard Virenque había partido como explorador, y el pelotón se encontraba a unos diez minutos por detrás de él antes de la subida de 15 kilómetros a Hautacam. Fue entonces cuando Armstrong hizo su movimiento, y las imágenes permanecerán con nosotros por muchas razones.
Todos sus rivales que habían intentado anticiparse fueron engullidos uno a uno, sin piedad. En cabeza, Otxoa estaba inevitablemente agotado por sus esfuerzos. Perdía terreno y pensábamos que el destino era cruel, que el español iba a quedar descolgado, que aunque por un milagro lograra agarrarse a la rueda del campeón del mundo de 1993, éste nunca le dejaría ganar. La diferencia se esfumaba más rápido que las reservas de EPO del US Postal. La desilusión acechaba.
Pero, uf, tuvimos nuestra gran historia. Javier Otxoa mantuvo una ventaja de 42 segundos y ganó la gran etapa pirenaica. Se hizo con el maillot de lunares y terminó segundo mejor escalador por detrás de su compañero de equipo Santiago Botero, así como 13º en la general. Su carrera estaba lanzada. Por desgracia, no por mucho tiempo.
San Valentín mortal
El 15 de febrero de 2011, Javier Otxoa se entrenaba mientras otros terminaban de recoger la cena romántica de la noche anterior. En el orden del día figuraba una pequeña salida con su hermano gemelo, Ricardo, excampeón de España sub-21. Pero, como ocurre con demasiada frecuencia, un conductor, docente universitario que luego fue localizado, se dio a la fuga después de atropellar a los hermanos.
Ricardo murió en el acto y Javier quedó en estado crítico. Sobrevivió milagrosamente, pero pasó dos meses en coma, perdió un pulmón, el nervio ciático, tuvo seis coágulos en el cerebro y recibió no menos de mil puntos de sutura. Cuando volvió a la vida, tuvo que volver a aprenderlo todo. Su carrera como ciclista de carreras quedará en el recuerdo.
Al menos, eso es lo que pensábamos. Porque quiso rendir homenaje a su hermano y, siempre con el ciclismo en la sangre, luchó para volver. Y como los campeones nunca mueren de verdad, volvió a ganar. Fue doble campeón paralímpico de contrarreloj en 2004 y 2008, impulsado por una voluntad de hierro y un alma extra. Una segunda carrera aún más impresionante que la primera, una lección de vida para todos.
Javier Otxoa no sólo tuvo que volver a aprender a montar en bicicleta tras su accidente, sino también a hablar, caminar, leer y escribir... Creó una fundación para ayudar a otros que habían tocado fondo como él. Todo ello sin olvidar la muerte de su hermano.
Hoy, Javier Otxoa ya no está, segado por una larga y grave enfermedad el 24 de agosto de 2018. Pero su recuerdo sigue vivo, sobre todo en el circuito de Getxo, rebautizado como"Memorial Hermanos Otxoa" en su honor y en el de su hermano. Si la falsa demostración de Armstrong el 10 de julio de 2000 perdura, la voluntad y el talento de Otxoa aquel día permanecerán aún más imborrables que la toma de poder del infame estadounidense. Recordando cosas bellas.