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Del desinterés a la súplica: México abandona a su selección

Francisco Espinosa García
Actualizado
Javier Aguirre
Javier AguirrePhoto by Frederic J. BROWN / AFP
En un nuevo golpe de realidad contra el desinterés que la Selección Mexicana de Fútbol le ha mostrado a su propia gente en el país, una afición que parecía que siempre se dejaría llevar por el nacionalismo de su idiosincrasia y apoyaría a su representativo nacional a toda costa, le ha dado otra muestra de un enfado histórico.

Hace unos meses, justo después del fracaso consumado de la Copa América que enervó todavía más el enfado y desilusión de todo un país, el Tri anunció con bombo y platillo dos amistosos para este octubre, con la esperanza de recomponer una relación rota con su gente.

En el anuncio, la selección comunicó con gran entusiasmo que volvía a disputar un partido en territorio mexicano. La ironía en ese mensaje desnudó por completo la indiferencia entre afición y equipo, el cual hace mucho decidió deambular –por la avaricia de los directivos mexicanos— por distintas plazas estadounidenses en busca de los dólares de aquellos paisanos con la nostalgia de sus orígenes a flor de piel.

Como parte de una campaña para enfrentar la mayor crisis pasional que le había tocado en los últimos 20 años, los directivos despidieron a Jaime Lozano y su enfoque de ambiente relajado en el seno del Tri para contratar como director técnico a Javier Aguirre, el mejor entrenador en la historia de México, y como asistente a Rafael Márquez, uno de los mejores jugadores que ha dado el país.

Y, aunque los dos nombres pesados aminoraron un poco el enojo, la gente le hizo saber a los de pantalón largo que el perdón por el que ahora rogaban después de tanto menosprecio no iba a ser fácil de conceder. E incluso, para sorpresa de todos, el enfado cruzó la frontera y supero a la nostalgia que siempre había sido redituable. 

El fin de una era

Si bien no es la primera vez que los mexicanos en el país muestran su malestar con la selección, ninguna crisis había sido tan profunda. A la par de malos resultados deportivos, la falta de identidad es más clara que nunca. Sin embargo, el golpe más fuerte para los bolsillos de los directivos –la única prioridad que han tenido desde hace años—, vino desde Estados Unidos, territorio fértil y de apoyo inconmensurable que siempre había sido fiel.

Pero lo impensable ocurrió. El enojo alcanzó a los leales paisanos en Estados Unidos que dejaron de lado sus ganas de mexicanidad y comprendieron el momento que se estaba viviendo. En dos partidos consecutivos en los que los directivos creían que el impulso del nombramiento de Márquez y Aguirre provocaría alaridos pasionales, las gradas de los grandes estadios que siempre eran elegidos estuvieron semivacíos. Para colmo, la gente que acudió a las citas de esos amistosos frente a Canadá y Nueva Zelanda manifestó su enojo con el equipo que, para sorpresa de nadie, siguió mostrando la misma desconexión y falta de fútbol de los últimos tiempos.

En ese punto, la paranoia se apoderó de los directivos de la selección que veían amenazada a la gallina de huevos de oro a la que habían explotado durante tanto tiempo y apostaron por reconquistar a una furibunda afición, sin imaginar una respuesta contundente y feroz.

Divorcio inminente

A principios de mes, las redes sociales de la selección intensificaron su promoción de los partidos amistosos de este octubre en territorio nacional contra dos rivales que no ayudaron a levantar el ánimo alicaído de la gente decepcionada. México enfrentará este sábado 12 de octubre al Valencia de España en Puebla y, tres días más tarde, se medirá ante Estados Unidos en Guadalajara.

El Valencia, que a principios de siglo supo jugar dos finales de Champions y tiene en su historial jugadores memorables como Mario Alberto Kempes, Santiago Cañizares, David Villa, Claudio ‘Piojo’ López o Gaizka Mendieta, entre muchos más, vive uno de los momentos más tumultuosos desde su fundación. Mientras intenta salir de la zona baja de la tabla y recuperar su sentido de pertenencia, el club decidió afrontar este compromiso con un cuadro juvenil. Con ese contexto, las entradas para el Estadio Cuauhtémoc sobran y se han tenido que armar descuentos e incluso regalos para tratar de hacer que la gente vaya a ver al Tri. Se pronostica, en el escenario más optimista, que estará a menos de la mitad de su capacidad.

Viendo lo que pasaba en Puebla, en Guadalajara las autoridades gubernamentales y otros patrocinadores decidieron adquirir la gran mayoría del boletaje para hacer dinámicas con las que los aficionados puedan acceder a boletos sin costo alguno o con promociones al 2x1. Los organizadores están haciendo todo lo posible para que el Estadio Akron, casa del Club Deportivo Guadalajara, luzca una buena entrada a dos años de que se vuelva mundialista. Para colmo, el rival no ayuda. Entre que hace mucho se ha vuelto un dolor de cabeza en la cancha y que ha perdido el sentido de novedad, Estados Unidos no ha impulsado para nada el ánimo de la gente.

Hay quienes creen que no existe una solución a corto o mediano plazo y que lo único que puede sanar las heridas es una actuación retumbante e histórica en el próximo Mundial, la tercera justa que México organizará en su historia, a pesar de que no existen argumentos desde lo deportivo para que eso ocurra, fuera de la posibilidad de que la FIFA le deje un grupo accesible. Pero, entre los optimistas, existe el pensamiento de que estos dos partidos pueden ser el inicio del renacimiento de una selección que dilapidó en unos cuantos años lo que construyó en un par de décadas. Serán cuatro días de poco que ganar y mucho que perder. Cuatro días en los que la selección, con sus jugadores y sus directivos, tendrán que bajar la cabeza, intentar hacer las cosas lo mejor posible, y estar esperanzados que un futuro mejor es posible.