Hacer una buena pizza parece una tarea sencilla. Preparar la masa, darle forma redonda, colocar los ingredientes, meterla a horno y... ¡a comer! Sin embargo, es fácil despistarse en el proceso y convertir una cena riquísima en todo un desastre del que cueste olvidarse.
Algo así le sucedió a Italia en los primeros compases. Con todo en su mano para hacerse con el mando del partido y cerrar el billete a octavos de la Eurocopa, prefirieron entregarle el balón a Croacia y esperar a ver qué pasaba. Así fue, al menos, durante una veintena de minutos en los que los de Zlatko Dalic hicieron lo que más les gusta: retener la posesión y encerrar al rival.
Desconocemos si algún pizzaiolo (maestro pizzero) acostumbrará a dejar el mando de su cocina a los clientes para que su reputación dependa de extraños, pero, desde luego, el planteamiento de la escuadra dirigida por Luciano Spalletti no parecía el más indicado si el objetivo era asegurar la clasificación directa, sin aguardar a descubrir quienes eran los cuatro mejores terceros.
Sin embargo, podemos olvidar que, en el arte de la pizza, los italianos son los más aventajados, sus creadores. Aunque pintaba que entregaban la batuta al seleccionado croata, el peligro nunca llegó con claridad a la meta defendida por Gianluigi Donnarumma.
Poco a poco, sin hacer mucho ruido, la Azzurra colocaba la materia prima de calidad sobre su base ya reposada. Un poco de guanciale por acá, otro tanto de queso pecorino por allá y una mezcla que comenzaba a dar sus frutos con las primeras intervenciones de un Livakovic que salvó a la ajedrezada del descalabro.
Modric se queda sin octavos
Lo que no esperaban los transalpinos es que la cosa se les acabaría yendo verdaderamente de las manos por culpa de un pequeño centrocampista con el número 10 al que le gusta más devorar la pizza que elaborarla. Como sólo los genios saben hacer, Luka Modric murió fallando un penalti, pero resucitó, recibiendo el estímulo del olor procedente del horno de piedra, para darle un buen bocado al acceso a los octavos de final marcando el 1-0.
Italia se metió en una situación muy complicada a causa de un cúmulo de despistes que se inició con una mano innecesaria de Davide Frattesi dentro del área. Donnarumma, el pizzaiolo más lúcido de la tricolor salvó los platos deteniendo los 11 metros, pero acabó sumido en el caos de una cocina sin gobierno poco después.
Desafortunadamente para los balcánicos, Italia demostró, una vez más, que son los reyes en lo suyo. Cuando todo parecía perdido, ellos sabían que sólo les faltaba coronar la creación con un ligero toque de albahaca fresca. Lo hicieron sin pestañear: gol de Mattia Zaccagni en el 98, la Azzurra a las eliminatorias y su rival fuera del torneo.