Italia empieza desde abajo: Recuperar el corazón es la nueva tarea de Spalletti
Ha llegado el momento de volver a empezar. El fútbol, al fin y al cabo, siempre te da la oportunidad de resarcirte y muy a menudo, sobre todo a nivel de clubes, te la da en tres días. En este caso, han pasado más de dos meses, durante lo que Luciano Spalletti describió como "un verano muy feo".
Muy feo para él y para todos los aficionados azzurri, que ni siquiera pudieron disfrutar del torneo de fútbol en los Juegos Olímpicos porque Italia no estaba clasificada. No, esto no es nada nuevo y el fracaso en la clasificación para los dos últimos Mundiales está ahí para demostrarlo. Sin embargo, para una nación cuatro veces campeona del mundo (y dos de Europa) no es fácil acostumbrarse a la mediocridad.
La debacle contra Suiza en la Eurocopa de Alemania dolió tanto, y en cierto modo más, que las derrotas contra Suecia y Macedonia del Norte, porque la historia de la selección italiana habla de un equipo que rara vez ha sido el más fuerte de todos desde el punto de vista técnico, pero que nunca ha sido segundo de nadie en cuanto a carácter y corazón.
El corazón azul
Y es precisamente en este aspecto en el que resulta sacrosanto pedir mejoras inmediatas ya de cara al doble compromiso de la Nations League que enfrentará a Donnarumma y sus compañeros con Francia, primero, e Israel, después. Sí, el regreso al campo podría haber sido más suave, también porque una mala actuación en el Parque de los Príncipes deprimiría aún más el ánimo azzurro, lejos de ser brillante.
"Me siento responsable de lo sucedido. Los jugadores están totalmente liberados de esta responsabilidad, como les he dicho también hoy. Les he metido demasiada presión, no les he dado tiempo para disfrutar con la camiseta azzurra puesta", admitió el técnico toscano.
Spalletti, sin embargo, parece haber encontrado la providencial y necesaria vía de escape y la sensación es que, como decíamos, incluso antes de la identidad táctica, es necesario recuperar el espíritu de equipo que, tradicionalmente, nunca había faltado en Converciano: "Tengo que ser el primero en cambiar y creer que tengo una fuerza diferente sobre mis jugadores. ¿Lo que más me molestó? El hecho de que nos hayamos ido sin luchar. Llevo 30 años entrenando y nunca he visto un equipo mío que no luchara, como desgraciadamente nos ocurrió en Alemania."
El calendario no da tregua
Desde este punto de vista, los viejos y queridos amistosos habrían permitido al entrenador que trajo a Nápoles el tercer Scudetto de la historia del club napolitano afrontar la reconstrucción con bastante más tranquilidad.
Y, en cambio, no: la Nations League no da tregua con seis partidos en dos meses y medio (el otro rival del grupo es la Bélgica de Domenico Tedesco) en los que se jugarán la posibilidad de alcanzar los cuartos de final del torneo (reservados a los dos primeros de cada grupo) y evitar a toda costa el playout o lo que sería un humillante descenso directo.
Y no, no es el caso de añadir otra humillación a un equipo que no ha sabido aprender de los errores cometidos en el pasado y que, en cambio, se había hecho la ilusión, al ganar la Eurocopa itinerante de 2021, de haber resuelto mágicamente sus problemas. Esos problemas, en cambio, se han hecho más grandes con el paso del tiempo y el inmovilismo de quienes deberían haberlos remediado o, al menos, frenado.
Volver a empezar desde abajo
Al tiempo que se intenta recuperar el pulso de la Azzurra, también será necesario trabajar duro para devolver una identidad táctica a la selección.
Contra Francia e Israel, además, Spalletti tendrá que prescindir tanto de la que, sobre el papel, es su pareja atacante titular (Chiesa-Scamacca) como de su centrocampista más fuerte (Barella). Esto lleva a pensar que, queriendo o sin querer, Spalletti tendrá que volver a empezar desde abajo, desde la defensa, y tendrá que hacerlo recordando con orgullo -¡y no con vergüenza! - que Italia fue considerada en su día el equipo contra el que a ningún delantero le gustaba jugar. ¿Catenaccio? No, sentido común.