“Enemigo en la contienda / Cuando pierde da la mano / Sin envidias ni rencores / Como bueno y fiel hermano”, reza el himno clásico del Real Madrid. Así ha sido durante más de 120 años y así seguirá siendo en el futuro. El cuadro blanco pelea desde el respeto y no confunde la rivalidad deportiva con menospreciar los símbolos de sus rivales.
Lo demuestra Karim Benzema (35) en cada partido posando en la foto con los árbitros y el capitán rival sosteniendo educadamente el banderín que intercambian como signo de deportividad. No hicieron lo mismo Sergio Busquets (34) en el Clásico de la Supercopa de España, ni Koke (31) en el derbi de Copa del Rey.
El capitán del Atlético de Madrid podría haber tenido el inestimable gesto de lucir el obsequio de su anfitrión en los cuartos coperos, sobre todo teniendo en cuenta los lamentables acontecimientos de la previa, pero prefirió confirmar que les guía el resentimiento y la competitividad malsana escondiéndolo. Una mala forma de transmitir que no viven a la sombra de los merengues.
Busquets, lejos de nuestras fronteras, lejos de dar una imagen de unidad y juego limpio del fútbol español, también se escondió tras la espalda el banderín que intercambió con Benzema mientras el francés sí posó con el del Barça en la fotografía oficial.
Esta, no es sino una muestra más de que mientras el club presidido por Florentino Pérez (75) compite de cara, como hacen los grandes, sus máximos rivales viven amargados por los éxitos que cosechan los blancos y prefieren actuar como segundones.